Adopta una autora: Chantal Maillard

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Ella no tiene manera de saberlo, ni creo que le importe, pero me considero en deuda con Chantal Maillard. Fue gracias a un libro suyo que volví a la poesía, después de unos años asqueado por la condescendencia que veía a mi alrededor por parte de quienes escribían. Dejé incluso de leer —poesía, se entiende—, salvo excepciones como los libros proféticos de William Blake, quien, por su parte, me empujó a saber el poco inglés que sé hoy día. Llegué a Blake por Swedenborg y por Strindberg, y, sobre todo, por interés filosófico. Durante un tiempo, incluso pensé en dedicarle mi tesis doctoral a su pensamiento político. Mi curiosidad inicial, por tanto, no se debía tanto a sus evidentes cualidades líricas como al fondo ideológico que transmiten sus versos una vez descifrados.

Con Maillard me ocurrió otra cosa. Recuerdo estar en una librería cuando el título de un libro me asaltó: Matar a Platón. Solo eran tres palabras, pero parecían encerrar toda la tradición filosófica desde el propio pensador socrático. No tuve más remedio que abrirlo, y lo que vi me pilló por sorpresa. Mi relación con el género poético había sido siempre conflictiva, pero lo que encontré en ese poemario brevísimo era algo que nunca había visto. No imaginaba que se pudiera escribir poesía así. Todo en el libro me era extraño, desde el nombre de la autora hasta el contenido, pasando por sus aspectos formales. «Un hombre es aplastado.» Después de leer ese primer verso decidí que me llevaba el libro.

Solo fue más tarde cuando descubrí, aunque lo habría visto antes en la solapa del libro, que Maillard es filósofa además de poeta. Nacida en Bruselas en 1951, se traslada a Málaga a los doce años. Tras obtener su doctorado en Filosofía viaja a India en numerosas ocasiones, a la busca de respuestas en torno a «las fuentes del pensamiento», como ella misma dice aquí. Desde mediados de la década de los ochenta, publica ensayos sobre estética y pensamiento oriental, diarios y una serie de poemarios que la descubren como una de las voces más intensas y únicas de la poesía española contemporánea. No en vano se le concede, entre otros, el Premio Nacional de Poesía en 2004 por Matar a Platón, el Premio de la Crítica en 2007 y el Premio Andalucía de la Crítica en 2008, ambos por Hilos, su siguiente poemario.

A pesar de los reconocimientos, ella sigue viéndose como una intrusa en el territorio literario. Su aproximación a la poesía, en especial en los últimos tiempos, parte de la necesidad de exploración, de la huida del yo como verdad metafísica, lo que la incita a plantear una interrogación tras otra, a quebrar el lenguaje como modo de desmantelar unas certezas que no son más que prejuicios, construcciones que no superan una mirada crítica. La escritura poética, en ese sentido, funciona como un desvelamiento en el que quien escribe se desnuda hasta la experiencia primordial, hasta la inocencia máxima que es capaz de alcanzar. Desde la particularidad de su existencia —particularidad de la que no puede desprenderse y que condiciona su labor— alcanza la universalidad que nos permite compadecernos, es decir, padecer con el otro ser que tenemos en frente. Porque para Maillard como para Zapffe y tantos otros, la conciencia es un error de la Naturaleza, pero esta convicción no la dirige, como a él, hacia el nihilismo. Como para los existencialistas, con los que por otro lado no comparte casi nada, su historia es la historia de su dolor, un dolor que compartimos todos en tanto que seres humanos conscientes de nuestra propia muerte.

El poema sirve para transmitir ese dolor y esa pérdida, tanto a quien lo escribe como a quien lo lee. Por eso Maillard evita los artificios y reduce su expresión al mínimo, a la pregunta fundacional, sin olvidar que toda escritura y todo pensamiento aparecen en un momento y en una mente determinadas. Si la experiencia puede comunicarse es porque somos capaces de identificarnos con quien sufre, porque recordamos en el suyo nuestro propio sufrimiento. Pero el decir mismo de ese sufrimiento solo es posible desde el «trabajo interior» —lo dice en el mismo sitio—, desde un aquí. Su lucha contra la otra universalidad, aquella de los grandes conceptos, es la que provoca la ruptura del lenguaje, las rectificaciones, los pasos hacia atrás, la aparición permanente del signo de interrogación; porque todo lo humano es frágil y precario. Anna Tort Pérez asegura en su presentación en el Arts Santa Mònica que Chantal Maillard escribe mal, pero escribe mal muy bien, en referencia a su capacidad para deconstruir, por usar el término derridiano, el acto mismo del decir. Su lenguaje nos desafía, y su pensamiento nos deja un poso de desasosiego y, al mismo tiempo, de maravilla. Nos abre. Esa, y no otra, es la función del poema.

 

2 comentarios en “Adopta una autora: Chantal Maillard

  1. ¡Hola! Decirte que me ENCANTÓ la forma de presentar a tu autora, en serio me gustó y disfruté mucho leer tu entrada, y ya me anoto a Chantal para leer, aunque la poesía y yo nunca hemos sido amigas.. es que con lo que dices tengo que darle una oportunidad. Espero poder caer en su magia como tu. Y gracias por la entrada.
    ¡Saludos!

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    1. Mariana, me alegra mucho que te haya gustado la entrada, y más aún si te he animado a leer a Maillard. Es verdad que la poesía como género es exigente, pero vale la pena darle una oportunidad; y si no te gusta tampoco pasa nada. Será que no hay cosas para leer. Gracias por pasar por aquí y por comentar.
      ¡Saludos!

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