Las chicas, de Emma Cline (Anagrama, 2016)

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La muerte de Charles Manson esta semana me ha hecho recordar que hace poco más de un año publiqué esta reseña aquí.

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Hay tiempos y lugares que parecen cargados de un energía peculiar, en los que parece que una transformación espiritual es posible. Aquí tenemos Ibiza —que no es solo playa y fiesta sin fin— y Tenerife. No sabría decir si es por el clima, el paisaje o alguna cualidad menos material que ejercen una atracción mística sobre determinado tipo de personas. No olvidemos las viejas colonias de jipis en la primera, ni la proliferación de cultos esotéricos o de contactados en la segunda. Pero eso no es nada si lo comparamos con California; mucho menos si es la California de finales de los sesenta. La llamada revolución sexual, el amor libre, las luchas por los derechos civiles de negros y homosexuales, la Contracultura, la Era de Acuario… Esa conjunción temporal y geográfica podría considerarse un punto caliente, el umbral que debía causar una metamorfosis generalizada cuya consecuencia sería una sociedad mejor y más justa. Muchos los creyeron así, y también son muchos quienes aprovecharon ese ambiente optimista y esas buenas intenciones para hacerse con su cuota de poder. Uno de los casos más célebres es el del reverendo Jim Jones y su Templo del pueblo, fundado en 1955 sobre un pensamiento socialista y antirracista, y que crecerá durante las dos décadas siguientes hasta terminar en 1978 con la muerte de novecientos nueve miembros de la congregación —todos, salvo cinco— en Guyana. Aunque la mayor infamia, quizá, sea la de la Familia Manson. Sus víctimas fueron muchas menos, pero había entre ellas se encontraba Sharon Tate, actriz de veintiséis años y embarazada de ocho meses. Seguir leyendo «Las chicas, de Emma Cline (Anagrama, 2016)»

Cicatriz, de Sara Mesa (Anagrama, 2015)

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¿Cuándo empieza lo enfermizo? Si existe una línea que divida con claridad las conductas saludables de las obsesivas, yo no la conozco. Me gustaría saber dónde está esa frontera que permite decir «de aquí para allí, bien; de aquí para allá, mal». Pero lo cierto es que sé —como tú también lo sabes— que ese límite no existe. O, mejor dicho, que es algo móvil que varía según el tipo de relación y según quiénes participan en ella. Como suele ocurrir en los asuntos sentimentales: es complicado. Si en soledad los seres humanos ya resultamos complejos, en cuanto empieza la combinatoria esa complejidad aumenta de forma exponencial. Seguir leyendo «Cicatriz, de Sara Mesa (Anagrama, 2015)»