Siete casas vacías, de Samanta Schweblin (Páginas de espuma, 2015)

Podemos entender la casa como una metáfora doble. Por un lado, como microcosmos que miniaturiza el orden del mundo. Por el otro, como proyección del paisaje interior, del estado mental de sus habitantes. La casa —espacio íntimo y, en principio, seguro— actuaría como el nexo entre lo de dentro y lo de fuera. Es entre sus paredes donde cada cuál puede relajarse sin tener en cuenta la opinión de los demás. Sin embargo, por su propia naturaleza física, también puede ser invadida o espiada, lo que inhabilita su intimidad. Porque cuando visitamos a alguien en su hogar, aquello que nos muestra es una faceta semiprivada, a medio camino entre la conducta pública de la calle y la secreta de verdad, aquella que adopta cuando nadie le observa. Seguir leyendo «Siete casas vacías, de Samanta Schweblin (Páginas de espuma, 2015)»

El lago, de Banana Yoshimoto (Anagrama, 2013)

No recuerdo dónde —puede que en su ensayo H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida, pero no lo puedo asegurar porque cito de memoria— Houllebecq afirma que todo escritor coherente escribe siempre la misma novela. Una y otra vez. Hasta cierto punto, él ha cumplido con este principio, porque al menos Plataforma, Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y La posibilidad de una isla son a un nivel básico el mismo libro. Ahora bien, dudo que se refiera a la repetición argumental o estructural cambiando los nombres de los personajes y otros elementos superficiales. A lo que creo que apunta es a la exploración de ciertos problemas que constituyen en buena medida la identidad creativa de quien escribe. Dicho de otro modo: hay temas particulares que obsesionan a los artistas, que dedican su obra a darles vueltas y más vueltas. Seguir leyendo «El lago, de Banana Yoshimoto (Anagrama, 2013)»