Hainuwele y otros poemas, de Chantal Maillard (Tusquets, 2009)

Es común que artistas de toda condición renieguen de sus obras de juventud porque no se encuentran en ellas, porque no reconocen la dichosa y tan cacareada «voz propia» que definirá su trabajo posterior. Sin salir del mundo literario, J. G. Ballard nos insta a olvidar El viento de ninguna parte, y solo reconoce El mundo sumergido como su primera novela; Ada Salas se extraña ante las páginas de Arte y memoria del inocente y de Variaciones en blanco; Manuel Vilas habla del lento y perezoso aprendizaje de sus Primeros poemas, recogidos en Amor. Esa es, me parece, la clave del rechazo que provocan los textos primerizos: la voz no está porque necesita formarse. No se trata tanto de un encuentro como de una generación. La escritura, y todo lo que ella conlleva, solo se logra escribiendo. Seguir leyendo «Hainuwele y otros poemas, de Chantal Maillard (Tusquets, 2009)»

Matar a Platón, de Chantal Maillard (Tusquets, 2007)

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Siempre he pensado que la poesía comparte con la música una cualidad irracional. Creo que ya he mencionado aquí su capacidad para cortocircuitar nuestro raciocinio, para puentear la lógica y alcanzarnos en otro lugar, tal vez, más elemental. Lo curioso de este hecho es que ambas disciplinas se levantan sobre los dos instrumentos más racionales de que disponemos: el lenguaje y las matemáticas. De este modo, el intelecto y la sensibilidad, que en un principio parecen contrapuestos, se muestran enlazados a través del arte. Si digo esto es porque música y poesía nos afectan —cuando lo logran, claro está— a un nivel íntimo. Primero provocan la emoción; el entendimiento, si llega, lo hará después. Seguir leyendo «Matar a Platón, de Chantal Maillard (Tusquets, 2007)»

Adopta una autora: Chantal Maillard

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Ella no tiene manera de saberlo, ni creo que le importe, pero me considero en deuda con Chantal Maillard. Fue gracias a un libro suyo que volví a la poesía, después de unos años asqueado por la condescendencia que veía a mi alrededor por parte de quienes escribían. Dejé incluso de leer —poesía, se entiende—, salvo excepciones como los libros proféticos de William Blake, quien, por su parte, me empujó a saber el poco inglés que sé hoy día. Llegué a Blake por Swedenborg y por Strindberg, y, sobre todo, por interés filosófico. Durante un tiempo, incluso pensé en dedicarle mi tesis doctoral a su pensamiento político. Mi curiosidad inicial, por tanto, no se debía tanto a sus evidentes cualidades líricas como al fondo ideológico que transmiten sus versos una vez descifrados. Seguir leyendo «Adopta una autora: Chantal Maillard»