Los seres humanos tenemos la necesidad de imponer orden a un entorno que, a menudo, se nos presenta caótico. Por eso buscamos con insistencia patrones y repeticiones; por eso ideamos listas como el «club de los 27», un lugar en el que reunir a los músicos y cantantes fallecidos con esa edad —Joplin, Hendrix, Morrison, Cobain y Winehouse entre otros—. Es cierto que la acumulación de nombres, aunque se deba a la coincidencia, es curiosa. Algo similar ocurre con las poetas suicidas. Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik ponen fin a su vida de forma voluntaria; la condesa Elsa von Freytag-Loringhoven aparece muerta en el suelo de su cocina, intoxicada por el gas del horno, y sus amigas, entre las que se cuenta Gertrud Stein, no están seguras de que sea un accidente. Sylvia Plath también se mata. Cuando leemos en este Vive o muere los versos «[you did] crawl down alone / into the death I wanted so badly and for so long» [te arrastraste sola / hasta la muerte que tanto y durante tanto tiempo deseé], que Sexton le dedica a su amiga tan solo seis días después de su suicidio, no podemos evitar un estremecimiento. Porque en 1974 se encerrará al fin en su garaje y dejará que el dióxido de carbono emitido por el tubo de escape de su coche termine con ella.
Sexton y Plath coincidieron en un taller de escritura, y hablaron a menudo de sus tendencias suicidas, incluidos sus intentos fracasados. El poema «La muerte de Sylvia» muestra los complejos sentimientos que la pérdida de su amiga provoca en Sexton. Esta complejidad se repite a lo largo de todo el poemario. En sus largos poemas más o menos narrativos, explora sus problemas emocionales y mentales, sus traumas, los problemas que implica ser una mujer poeta en la década de los sesenta, la tentación constante de la muerte, o las dificultades que encuentra para relacionarse con su familia, con sus psiquiatras y con sus amantes.
Que la vida de la autora tiene una importancia capital en sus poemas es evidente, y Sexton es una de las voces más representativas de lo que se llama «poesía confesional». Sin embargo, pensar que los poemas son una especie de diario —están ordenados por fecha de redacción, desde enero del 62 hasta febrero del 66— es cometer un error grave. A pesar de lo que indica la etiqueta, la poesía confesional no es una confesión, sino una recreación. La poeta parte de su experiencia personal para construir un yo lírico que se expresa en los poemas. Cuánto hay de real y cuánto de ficción es irrelevante, en tanto que los textos funcionan por sí solos. Esta afirmación puede parecer contradictoria con lo que decía antes de «La muerte de Sylvia», pero no lo es. La Anne que aparece en el poema no es la misma Anne que hace cualquier otra cosa, porque es la Anne que escribe. Dicho de otro modo, es la escritura la que crea la voz lírica, y esa voz no se encuentra en ningún otro lugar que no sea la misma escritura. En este caso la función de la escritura no es descriptiva, sino prescriptiva.
La relevancia de esta poesía confesional, que se remonta a Whitman, no es que exponga el yo auténtico de la autora, sino que introduce por primera vez temas y expresiones que antes se consideraban demasiado vulgares para ser representados, en especial los relacionados con la feminidad. Es el caso de «La menstruación a los cuarenta», pero también de las menciones al incesto, a los abusos sexuales, a la enfermedad mental y los ingresos psiquiátricos, al lesbianismo… La poesía se utiliza como herramienta de investigación, como un modo de expresar cuestiones que angustian a la poeta y como técnica para tratar de darles respuesta. El método es a menudo la confesión, pero también la utilización de elementos simbólicos, de fragmentos surrealistas, referencias bíblicas o diálogos religiosos. El conjunto es al mismo tiempo heterogéneo y coherente, está cargado de emoción y estimula en lo intelectual. No en vano obtuvo el premio Pulitzer en 1968, y está considerado como uno de los poemarios en lengua inglesa más relevantes de los últimos decenios.
Además, el estudio preliminar y las notas de Julio Mas Alcaraz son esclarecedores y aportan información que ayuda a comprender mejor el valor de Vive o muere dentro de la obra de Sexton, y el papel de la propia Sexton dentro de la poesía estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Por otro lado, su traducción de los poemas no me convence, puesto que añade aspectos que en lugar de clarificar modifican los versos. Sé que traducir poesía es una tarea complejísima, y que ha de optarse por una de las distintas opciones que se presentan —respetar el significado literal o respetar los aspectos formales—, pero sigue pareciéndome que el resultado es poco elegante. Ese es el motivo por el que la traducción de los versos que citaba al principio sea mía, y no la de Mas. Por suerte se trata de una edición bilingüe y siempre se puede leer el texto original en la página de la izquierda.