Teoría King Kong, de Virginie Despentes (Melusina, 2009)

A la vista de las jaurías de depredadores sexuales que se mueven por nuestras calles y por las redes sociales, a la vista de que se juzga la actitud de una joven de dieciocho años por no considerarla lo bastante dañada por una agresión sexual, creo que es necesario recordar el caso de Virginie Despentes. En julio de 1986, Virginie es una joven punk rockera de diecisiete años. Vuelve de Londres con una amiga, haciendo autostop hasta Dover y pidiendo dinero para el ferry que las lleva a Calais. Desde allí vuelven a hacer autostop hasta el oeste de París, donde esperan que se haga de día para continuar su viaje hasta Nancy. En aquel aparcamiento para camiones, tres chicos un poco macarras se les acercan y les ofrecen llevarlas al otro lado de la ciudad. En un principio se niegan, pero terminan por aceptar el ofrecimiento y se suben al coche. Al fin y al cabo, no parecen agresivos, sino solo una pandilla de tipejos simpáticos. No es necesario ser paranoica. Entonces las violan. Seguir leyendo «Teoría King Kong, de Virginie Despentes (Melusina, 2009)»

Las chicas, de Emma Cline (Anagrama, 2016)

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La muerte de Charles Manson esta semana me ha hecho recordar que hace poco más de un año publiqué esta reseña aquí.

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Hay tiempos y lugares que parecen cargados de un energía peculiar, en los que parece que una transformación espiritual es posible. Aquí tenemos Ibiza —que no es solo playa y fiesta sin fin— y Tenerife. No sabría decir si es por el clima, el paisaje o alguna cualidad menos material que ejercen una atracción mística sobre determinado tipo de personas. No olvidemos las viejas colonias de jipis en la primera, ni la proliferación de cultos esotéricos o de contactados en la segunda. Pero eso no es nada si lo comparamos con California; mucho menos si es la California de finales de los sesenta. La llamada revolución sexual, el amor libre, las luchas por los derechos civiles de negros y homosexuales, la Contracultura, la Era de Acuario… Esa conjunción temporal y geográfica podría considerarse un punto caliente, el umbral que debía causar una metamorfosis generalizada cuya consecuencia sería una sociedad mejor y más justa. Muchos los creyeron así, y también son muchos quienes aprovecharon ese ambiente optimista y esas buenas intenciones para hacerse con su cuota de poder. Uno de los casos más célebres es el del reverendo Jim Jones y su Templo del pueblo, fundado en 1955 sobre un pensamiento socialista y antirracista, y que crecerá durante las dos décadas siguientes hasta terminar en 1978 con la muerte de novecientos nueve miembros de la congregación —todos, salvo cinco— en Guyana. Aunque la mayor infamia, quizá, sea la de la Familia Manson. Sus víctimas fueron muchas menos, pero había entre ellas se encontraba Sharon Tate, actriz de veintiséis años y embarazada de ocho meses. Seguir leyendo «Las chicas, de Emma Cline (Anagrama, 2016)»

La pianista, de Elfriede Jelinek (Círculo de lectores, 2004)

Cuando una amiga me preguntó qué estaba leyendo y le dije que era mi tercer intento con La pianista, comentó algo como «Eres muy insistente, ¿no?». Lo cierto es que no lo soy, pero he de reconocer que algunos libros se me han resistido y no he descansado hasta leerlos. Puede que haya algo de orgullo en esa actitud, que solo despierta en casos aislados —aunque también es cierto que no suelo dejar demasiados libros a medias—. Tengo claro, por ejemplo, por qué me ocurrió con La máquina blanda, de Burroughs. También recuerdo los motivos que me llevaron a dejar la novela de Jelinek en dos ocasiones, pero mi sorpresa llegó cuando no los encontré en la tercera. Seguir leyendo «La pianista, de Elfriede Jelinek (Círculo de lectores, 2004)»

Distancia de rescate, de Samanta Schweblin (Literatura Random House, 2015)

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Los viajes tienen una virtud esencial reconocida por la mayoría, y es que nos permiten enajenarnos. Viajar es sinónimo de crecer, dicen. Por eso casi todos los relatos de aprendizaje se desarrollan gracias al desplazamiento del personaje principal, que abandona su lugar de origen y se enfrente a una serie de retos por el camino hasta regresar transformado y cerrar, así, el círculo. Una ida y una vuelta, como subtitula Tolkien su Hobbit, representan ese enajenamiento, puesto que quien regresa no es nunca quien partió en primer lugar. Claro que estos viajes lo son en un sentido preindustrial, cuando se realizaban a caballo o a pie y representaban un auténtico desafío. La comodidad y la velocidad del avión, el tren o el automóvil hacen ahora impensables los preparativos que antes eran forzosos. Se ha instalado sobre el viaje cierta seguridad que, podría argumentarse, lo ha desvirtuado; al menos ha minimizado su componente de aventura, siempre que esta no se busque de forma expresa. Seguir leyendo «Distancia de rescate, de Samanta Schweblin (Literatura Random House, 2015)»

El silencio de las sirenas, de Adelaida García Morales (Anagrama, 1997)

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Suele decirse que los libros no cambian, que cambiamos quienes los leemos. Quiero creer, aunque me cueste hacerlo de verdad, que con los años ganamos algo semejante a la sabiduría. En el fondo, no se trata de otra cosa que de vanidad, de pensar que me he librado de algunas idioteces causadas por la inexperiencia, aunque es seguro que he ganado una cantidad igual o superior de idioteces nuevas. Por eso puede ser interesante revisar algunas lecturas cuando ha transcurrido cierto tiempo y comprobar cuánto coincidimos con aquellas personas que fuimos. Cuando leí por primera vez El silencio de las sirenas, hace media vida, no me gustó. Soy incapaz de recordar los motivos, pero la impresión perduraba. Es más, hace años lo comenté con una estudiante Erasmus que me miró incrédula, porque a ella le había encantado. Creo que ahora entiendo sus motivos. Seguir leyendo «El silencio de las sirenas, de Adelaida García Morales (Anagrama, 1997)»

Vive o muere, de Anne Sexton (Vitruvio, 2009)

Los seres humanos tenemos la necesidad de imponer orden a un entorno que, a menudo, se nos presenta caótico. Por eso buscamos con insistencia patrones y repeticiones; por eso ideamos listas como el «club de los 27», un lugar en el que reunir a los músicos y cantantes fallecidos con esa edad —Joplin, Hendrix, Morrison, Cobain y Winehouse entre otros—. Es cierto que la acumulación de nombres, aunque se deba a la coincidencia, es curiosa. Algo similar ocurre con las poetas suicidas. Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik ponen fin a su vida de forma voluntaria; la condesa Elsa von Freytag-Loringhoven aparece muerta en el suelo de su cocina, intoxicada por el gas del horno, y sus amigas, entre las que se cuenta Gertrud Stein, no están seguras de que sea un accidente. Sylvia Plath también se mata. Cuando leemos en este Vive o muere los versos «[you did] crawl down alone / into the death I wanted so badly and for so long» [te arrastraste sola / hasta la muerte que tanto y durante tanto tiempo deseé], que Sexton le dedica a su amiga tan solo seis días después de su suicidio, no podemos evitar un estremecimiento. Porque en 1974 se encerrará al fin en su garaje y dejará que el dióxido de carbono emitido por el tubo de escape de su coche termine con ella. Seguir leyendo «Vive o muere, de Anne Sexton (Vitruvio, 2009)»

Hormigón, de Thomas Bernhard (Alfaguara, 2002)

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La ventaja principal de las bibliotecas públicas es que ponen a nuestra disposición una cantidad ingente de libros de forma gratuita. Para quienes tienen poco espacio —o leen mucho— el beneficio de las bibliotecas es incalculable. Pero más allá de estos aspectos prácticos, los libros de las bibliotecas ofrecen detalles que pueden despertar nuestra curiosidad. Hay rastros de quienes han leído ese libro antes, huellas de intereses ajenos que unas veces compartimos, otras no, y que en ocasiones nos sorprenden. Seguir leyendo «Hormigón, de Thomas Bernhard (Alfaguara, 2002)»

Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino (Siruela, 2015)

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Cómo saber si una novela es buena o mala es una de esas cuestiones peliagudas a las que nadie es capaz de dar una respuesta satisfactoria. Por mucho que nos empeñemos algunos —lectores, críticos o autores—, más allá de las bondades estilísticas o estructurales, más allá de la buena resolución de la historia o la profundidad psicológica de sus personajes, más allá de lo originales que resulten de sus planteamientos, hay alguna cualidad indefinible que hace grande una novela o la deja en ese montón de libros correctos que no tardarán en olvidarse. Lo que sí parece una condición indispensable, sin embargo, es que nos absorba, que nos hunda en su trama y nos inste a pasar una página tras otra con el ansia y la excitación que provoca la necesidad de saber más, y de saberlo cuanto antes. Una gran novela se parece a una adicción que nos somete y de cuya sumisión extraemos un placer que nos atrapa, lo que da lugar a un círculo de sumisión-placer-sumisión que solo se rompe cuando cerramos el libro por última vez, una vez terminada su lectura. Seguir leyendo «Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino (Siruela, 2015)»

Érase una vez, de Margaret Atwood (Lumen, 2007)

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Fue Sartre quien escribió aquella celebérrima frase de que el infierno son los otros, algo que para muchas parejas parece confirmarse, día a día, en las palabras o los actos de aquella otra persona con la que han decidido compartir sus vidas o, peor aún, que no termina de abandonarlas. Esta revelación impregna seis de los siete relatos —más un poema— que conforman este Érase una vez, donde Atwood transmite una visión similar a la de aquellos versos de Anne Sexton: «We are not lovers. / We do not even know each other.» (No somos amantes. / Ni siquiera nos conocemos.) El poema se titula Man and wife, es decir, Marido y mujer, lo que acrecienta la sensación de desconocimiento y dota al poema de cierto aire de resentimiento y amargura. Algo de esa amargura la encontramos en estos relatos, pero también una ironía profunda y descreída que las narradoras extraen de la conciencia de cuáles son los condicionantes que determinan qué papeles les son asignados y cuáles se les niegan por el hecho de ser mujeres; cuál debe ser la naturaleza de sus relaciones con los hombres que aman o que han amado. Seguir leyendo «Érase una vez, de Margaret Atwood (Lumen, 2007)»

Germà de gel, de Alicia Kopf (L’Altra editorial, 2016)

Puede que la respuesta lógica a un texto que gira en torno al hielo sea la frialdad. La novela Germà de gel —existe edición castellana en Alpha Decay, titulada Hermano de hielo y traducida por la propia Kopf— comienza relatando la obsesión de su narradora por las aventuras polares, los riesgos y los retos a los que se enfrentaron Scott, Shackleton o Amundsen. Entre las notas de su investigación, poco a poco se va deslizando la difícil situación familiar que vive durante su infancia y su adolescencia, en especial a partir del divorcio de sus padres y la creciente ausencia de su padre, de la distancia de una madre ocupada entre su trabajo y las necesidades de su hijo, ese germano de hielo al que hace referencia el título. La narradora ha de mostrar su autonomía desde muy joven, como oposición a las atenciones constantes que exige su hermano mayor, que padece un trastorno del espectro autista. También nos relata sus relaciones amorosas, un noviazgo fracasado y el enamoramiento por un muchacho al que llama Iceberg y que no muestra ningún interés hacia ella, así como las dificultades que supone estudiar, trabajar, escribir y crear una obra artística, y ser independiente en los primeros años de la crisis económica que aún nos afecta. Se mezclan en el texto la biografía novelada, los apuntes de investigación y las conversaciones de WhatsApp, incluso el diario de viaje donde cuenta unas vacaciones —o una huida— en Islandia donde, en su constante búsqueda del hielo, visita al círculo polar. Seguir leyendo «Germà de gel, de Alicia Kopf (L’Altra editorial, 2016)»