Hormigón, de Thomas Bernhard (Alfaguara, 2002)

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La ventaja principal de las bibliotecas públicas es que ponen a nuestra disposición una cantidad ingente de libros de forma gratuita. Para quienes tienen poco espacio —o leen mucho— el beneficio de las bibliotecas es incalculable. Pero más allá de estos aspectos prácticos, los libros de las bibliotecas ofrecen detalles que pueden despertar nuestra curiosidad. Hay rastros de quienes han leído ese libro antes, huellas de intereses ajenos que unas veces compartimos, otras no, y que en ocasiones nos sorprenden. Seguir leyendo «Hormigón, de Thomas Bernhard (Alfaguara, 2002)»

Alguien aquí, de Ada Salas (Hiperión, 2005)

Hace algunos años me matriculé en un taller de escritura poética impartido por Carlos Marzal, y he de admitir que la experiencia fue contradictoria. Por un lado, aunque eso ya entraba en las expectativas, no aprendí a escribir poesía. Durante el tiempo que duró el curso, escribí poemas malísimos. Horribles. A esas pequeñas vergüenzas no se las podía llamar poemas. Pero, por otro lado, también tengo la sensación de que aquél curso me hizo crecer. No sabría decir cómo, pero es así. Creo que mejoré como lector. Al fin y al cabo, para eso es para lo que Jaramillo dice, en su Método fácil y rápido para ser poeta, que sirven los talleres. Porque allí no se aprende a escribir, sino a leer. Quien enseña bien no te señala el camino a seguir, solo te indica que hay un camino y te entrega algunas herramientas que, con suerte, te ayudarán a encontrarlo y evitarán después que te extravíes. Seguir leyendo «Alguien aquí, de Ada Salas (Hiperión, 2005)»

Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino (Siruela, 2015)

Noche viajero

 

Cómo saber si una novela es buena o mala es una de esas cuestiones peliagudas a las que nadie es capaz de dar una respuesta satisfactoria. Por mucho que nos empeñemos algunos —lectores, críticos o autores—, más allá de las bondades estilísticas o estructurales, más allá de la buena resolución de la historia o la profundidad psicológica de sus personajes, más allá de lo originales que resulten de sus planteamientos, hay alguna cualidad indefinible que hace grande una novela o la deja en ese montón de libros correctos que no tardarán en olvidarse. Lo que sí parece una condición indispensable, sin embargo, es que nos absorba, que nos hunda en su trama y nos inste a pasar una página tras otra con el ansia y la excitación que provoca la necesidad de saber más, y de saberlo cuanto antes. Una gran novela se parece a una adicción que nos somete y de cuya sumisión extraemos un placer que nos atrapa, lo que da lugar a un círculo de sumisión-placer-sumisión que solo se rompe cuando cerramos el libro por última vez, una vez terminada su lectura. Seguir leyendo «Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino (Siruela, 2015)»

Croatoan, de José Carlos Somoza (Stella Maris, 2015)

 

Croatoan

Uno de los mitos fundacionales de los Estados Unidos, y puede que el más inquietante de todos ellos, es el de la colonia de Roanoke. En 1587, siendo todavía territorio inglés y durante la guerra contra España, un grupo de colonos llegó a Roanoke con la intención de buscar ayuda para establecer un nuevo asentamiento en la bahía de Chesapeake. Para su asombro, lo único que encontraron fue un esqueleto y una palabra tallada en el tronco de un árbol: Croatoan. Nada más se supo del centenar de habitantes de la zona, lo que sirvió para bautizar dicho asentamiento como la Colonia perdida. Tampoco se averiguó el significado de esa palabra. Las especulaciones en torno a lo ocurrido durante los tres años en los que no hubo contacto con la zona son numerosas, y van desde la integración de la población inglesa en las tribus locales hasta su muerte durante algún desplazamiento provocado por causas climáticas o alimenticias; eso sin entrar en las hipótesis sobrenaturales. Seguir leyendo «Croatoan, de José Carlos Somoza (Stella Maris, 2015)»

Cançons d’amor i de pluja, de Sergi Pàmies (Quaderns crema, 2013)

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En las —escasísimas, por otra parte— ocasiones en las que alguien me pide que le recomiende algún libro, mi primera respuesta es siempre la misma: ¿qué te gusta leer? No creo que puedan hacerse recomendaciones a ciegas, al menos si se quiere acertar, ni que exista ningún libro capaz de agradar a todo el mundo. Hay quien adora la ciencia ficción y a quien le repele; quien ama el realismo mágico y quien detesta la fantasía; quien prefiere lecturas ligeras y quien solo lee obras que le supongan un reto. Novedades, clásicos, novela, ensayo, poesía… las posibilidades son infinitas, por eso veo necesario limitarlas averiguando por qué terreno se mueve quien me pregunta. Existe una variación, y es que las recomendaciones sirven para conocer mejor a quien se le piden. «Qué me recomiendas leer» puede ser una forma sutil de interrogatorio, un método efectivo y poco arriesgado de conocer mejor a nuestros interlocutores; porque lo que se desliza tras esa pregunta de apariencia inocente puede ser en realidad: «¿Cuáles son tus preferencias y qué puedo deducir de ellas? ¿Habrá algún punto de contacto entre nosotros?». Seamos emisores o receptores, las recomendaciones sirven para evaluar el gusto, para saber si compartimos criterios o si, en caso contrario, hemos de buscar afinidades en otros lugares; siempre que la otra persona nos interese, claro está. Seguir leyendo «Cançons d’amor i de pluja, de Sergi Pàmies (Quaderns crema, 2013)»

Érase una vez, de Margaret Atwood (Lumen, 2007)

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Fue Sartre quien escribió aquella celebérrima frase de que el infierno son los otros, algo que para muchas parejas parece confirmarse, día a día, en las palabras o los actos de aquella otra persona con la que han decidido compartir sus vidas o, peor aún, que no termina de abandonarlas. Esta revelación impregna seis de los siete relatos —más un poema— que conforman este Érase una vez, donde Atwood transmite una visión similar a la de aquellos versos de Anne Sexton: «We are not lovers. / We do not even know each other.» (No somos amantes. / Ni siquiera nos conocemos.) El poema se titula Man and wife, es decir, Marido y mujer, lo que acrecienta la sensación de desconocimiento y dota al poema de cierto aire de resentimiento y amargura. Algo de esa amargura la encontramos en estos relatos, pero también una ironía profunda y descreída que las narradoras extraen de la conciencia de cuáles son los condicionantes que determinan qué papeles les son asignados y cuáles se les niegan por el hecho de ser mujeres; cuál debe ser la naturaleza de sus relaciones con los hombres que aman o que han amado. Seguir leyendo «Érase una vez, de Margaret Atwood (Lumen, 2007)»

Germà de gel, de Alicia Kopf (L’Altra editorial, 2016)

Puede que la respuesta lógica a un texto que gira en torno al hielo sea la frialdad. La novela Germà de gel —existe edición castellana en Alpha Decay, titulada Hermano de hielo y traducida por la propia Kopf— comienza relatando la obsesión de su narradora por las aventuras polares, los riesgos y los retos a los que se enfrentaron Scott, Shackleton o Amundsen. Entre las notas de su investigación, poco a poco se va deslizando la difícil situación familiar que vive durante su infancia y su adolescencia, en especial a partir del divorcio de sus padres y la creciente ausencia de su padre, de la distancia de una madre ocupada entre su trabajo y las necesidades de su hijo, ese germano de hielo al que hace referencia el título. La narradora ha de mostrar su autonomía desde muy joven, como oposición a las atenciones constantes que exige su hermano mayor, que padece un trastorno del espectro autista. También nos relata sus relaciones amorosas, un noviazgo fracasado y el enamoramiento por un muchacho al que llama Iceberg y que no muestra ningún interés hacia ella, así como las dificultades que supone estudiar, trabajar, escribir y crear una obra artística, y ser independiente en los primeros años de la crisis económica que aún nos afecta. Se mezclan en el texto la biografía novelada, los apuntes de investigación y las conversaciones de WhatsApp, incluso el diario de viaje donde cuenta unas vacaciones —o una huida— en Islandia donde, en su constante búsqueda del hielo, visita al círculo polar. Seguir leyendo «Germà de gel, de Alicia Kopf (L’Altra editorial, 2016)»

Corazón tan blanco, de Javier Marías (Penguin Random House, 2016)

La memoria juega con nosotros y en ocasiones nos distrae o nos provoca dudas porque es más frágil y voluble de lo que nos gustaría admitir. No sería la primera vez que asimilamos una anécdota oída infinidad de veces y la contamos como si la hubiéramos vivido porque, de verdad, creemos que ha sido así; es la versión natural de los falsos recuerdos, implantados en las sesiones de hipnosis. Pero no hace falta llegar a esos extremos. Puede ocurrir algo sutil, apenas perceptible, pero que despierte sospechas vagas tras las cuales no sepamos decidir si algo ha ocurrido o si es un fragmento imaginado, si es real o es ficción; aun cuando esta distinción carezca de importancia. A menudo se trata de nimiedades, pero que tocan una fibra profunda que nos pone alerta porque alteran nuestras creencias en el mundo como un lugar lógico y ordenado. Puede ocurrir durante la lectura, al reconocer un pasaje en un libro que sabes con certeza que no has leído; ni ese, ni ningún otro de su autor. El reconocimiento de lo que no se conoce siempre es, a la fuerza, extraño. En mi caso, unas páginas de este Corazón tan blanco causaron dicha sensación, mitad sorpresa mitad inquietud, propia del déjà-vu o, mejor, del déjà-lu (ya leído). Un recién casado, de viaje de novios en una ciudad que no es la suya, ve desde el balcón de su hotel a una mujer que le mira a su vez, y que parece conocerle, y se le acerca con un enfado monumental porque ha faltado a la cita que tenían convenida. Pero él no la ha visto en su vida, ni ha estado en la ciudad; y su mujer —que está acostada a sus espaldas, indispuesta— le pregunta qué es ese escándalo que se oye. Como él no sabe quién es aquella mujer, le contesta que no es nada. Seguir leyendo «Corazón tan blanco, de Javier Marías (Penguin Random House, 2016)»

Incesto, de Mário de Sá-Carneiro (Gadir, 2009)

Tiene gracia, al menos a mí me lo parece, que se hable de romanticismo en referencia de ese tipo de comedias en las que tú y yo estamos pensando ahora mismo: esas películas azucaradas que parecen todas protagonizadas por Meg Ryan o Julia Roberts y en las que una mujer conoce a un hombre, este se enamora con locura de ella pero hace algo que la enfurece y, tras una serie de desencuentros y actos enloquecidos, ella se da cuenta de que están hechos el uno para la otra. Existen variaciones tanto en el cine como en la literatura, pero el esquema básico sigue siendo el de esa maravilla que es Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Lo irónico es que cuando se pregunta por el amor romántico, el ejemplo que se pone es casi siempre Romeo y Julieta, un amor ideal capaz de superar las barreras más sólidas; lo que suele pasarse por alto es que en la obra de Shakespeare los dos acaban muertos. Como icono del amor no parece demasiado sano. Eso sí, resulta mucho más cercano al romanticismo de lo que podría parecer, pero al Romanticismo como movimiento artístico y cultural, aquél que rompe de una vez por todas con la Belleza como única categoría estética digna de representación. Es más, existe una corriente que parte del marqués de Sade y que llega hasta hoy pasando por Byron, Percy Bysshe Shelley, los simbolistas franceses y las vanguardias del siglo XX, una corriente que vincula en lo más íntimo la destrucción y el amor; la carne, la muerte y el Diablo, en palabras de Praz. Seguir leyendo «Incesto, de Mário de Sá-Carneiro (Gadir, 2009)»

La broma infinita, de David Foster Wallace (Literatura Random House, 2016)

El problema con los libros extensos es que llevan tiempo y, una vez terminados, provocan cierta sensación de incertidumbre, un «y ahora qué» que desorienta durante una temporada. Supongo que se les puede aplicar aquello del roce y el cariño, porque los libros nunca son simples objetos, y establecemos con ellos una relación, una especie de diálogo en el que las dos partes nos proyectamos e influimos la una en la otra, lo que lleva a esa nostalgia que causan las despedidas cuando se acaba la última página. Más aún si tenemos en cuenta que su propio volumen puede servir como medida disuasoria y que la decisión de leer un tocho de mil doscientas y pico páginas ya es, en sí misma, un compromiso ante una tarea que sabemos exigente y de la que esperamos una recompensa adecuada, pero de la que también tememos que resulte insufrible. Cada cuál sabrá si puede o quiere asumir el riesgo. Seguir leyendo «La broma infinita, de David Foster Wallace (Literatura Random House, 2016)»