La memoria juega con nosotros y en ocasiones nos distrae o nos provoca dudas porque es más frágil y voluble de lo que nos gustaría admitir. No sería la primera vez que asimilamos una anécdota oída infinidad de veces y la contamos como si la hubiéramos vivido porque, de verdad, creemos que ha sido así; es la versión natural de los falsos recuerdos, implantados en las sesiones de hipnosis. Pero no hace falta llegar a esos extremos. Puede ocurrir algo sutil, apenas perceptible, pero que despierte sospechas vagas tras las cuales no sepamos decidir si algo ha ocurrido o si es un fragmento imaginado, si es real o es ficción; aun cuando esta distinción carezca de importancia. A menudo se trata de nimiedades, pero que tocan una fibra profunda que nos pone alerta porque alteran nuestras creencias en el mundo como un lugar lógico y ordenado. Puede ocurrir durante la lectura, al reconocer un pasaje en un libro que sabes con certeza que no has leído; ni ese, ni ningún otro de su autor. El reconocimiento de lo que no se conoce siempre es, a la fuerza, extraño. En mi caso, unas páginas de este Corazón tan blanco causaron dicha sensación, mitad sorpresa mitad inquietud, propia del déjà-vu o, mejor, del déjà-lu (ya leído). Un recién casado, de viaje de novios en una ciudad que no es la suya, ve desde el balcón de su hotel a una mujer que le mira a su vez, y que parece conocerle, y se le acerca con un enfado monumental porque ha faltado a la cita que tenían convenida. Pero él no la ha visto en su vida, ni ha estado en la ciudad; y su mujer —que está acostada a sus espaldas, indispuesta— le pregunta qué es ese escándalo que se oye. Como él no sabe quién es aquella mujer, le contesta que no es nada. Seguir leyendo «Corazón tan blanco, de Javier Marías (Penguin Random House, 2016)» →